martes, 8 de julio de 2014

Qué más quisiera yo

Qué más quisiera yo que disponer de toda la atención de mis alumnos o que los contenidos impartidos por mi fueran los de su exclusivo interés; que no perdieran ni un punto ni una coma del discurso o del texto leído, de los mapas o de las gráficas comentadas.

Qué más quisiera yo que tener ordenadores en todas las aulas o tabletas con teclado, ya puestos a pedir. Con wifi sin cortes de red. Con acceso a los materiales curriculares, vídeos, mapas interactivos, ejercicios en flash y demás aplicaciones.

Qué más quisiera yo que ni el calor ni el frío existieran en las aulas. Ni los ruidos de otras aulas o del pasillo. Ni la falta de luz en invierno, ni en verano cuando hay que bajar las persianas o cortinas por el sol.

Qué más quisiera yo que poder satisfacer las necesidades educativas específicas de cada alumno en todo momento y cumplir un sueño dorado. Aprovechar el tiempo de todos. Proyectar la utilidad del aprendizaje. Transmitir pautas de higiene mental y física. Y que se probaran antes de descartarse por extrañas.

Qué más quisiera yo que ser una estatua y no darme cuenta de lo que pasa a mi alrededor. Que no me afectara el aburrimiento de mis alumnos y la sensación de fracaso de quien ha decidido tirar todos sus años de instituto por la ventana.

Que más quisiera yo que poder elevarlos a todos al punto máximo para su propia satisfacción.

Qué más quisiera yo que seguir trabajando con mis compañeros codo con codo para lograrlo.



"Todo está ya en su punto, y el ser persona en el mayor". Baltasar Gracián.



domingo, 6 de julio de 2014

Sobre la evaluación (2ª parte)

(Continuación de Sobre la evaluación).

En la entrada anterior hablábamos de algunos problemas que surgen en el momento de la evaluación. Los ya mencionados son los más nocivos para la integridad profesional del docente. Los que voy a mencionar son los asesinos silenciosos de las notas de los alumnos.

Durante mi carrera profesional he buscado siempre la manera de mejorar el trabajo que tenía que realizar. Una de esas mejoras se tradujo en la creación del Cuaderno de notas, una hoja de cálculo que automatiza los cálculos de notas a partir de los porcentajes especificados en los criterios de calificación. Mi intención al realizarla fue la de privar al docente del esfuerzo y del tiempo que se le dedican a los cálculos de las notas, un mínimo de tres veces al año. Cada profesor tiene una media de seis grupos. En cada grupo puede haber una media de treinta alumnos, aproximadamente. El resultado es ciento ochenta. Ciento ochenta cálculos mediante la suma de exámenes, la conversión en porcentaje de esa nota y la suma de las otras notas registradas. Tres veces al año. Resultan quinientos cuarenta cálculos en un año. ¿Quién puede asegurar que no se ha equivocado nunca al hacer un cálculo de una nota? Además, se da la circunstancia de que esos cálculos se hacen a última hora debido a que los últimos exámenes se ponen en la fecha más próxima al final de cada evaluación. Esto repercute en un menor tiempo disponible para realizar las correcciones de los exámenes y el cálculo de las notas medias. La hoja de cálculo evita esto de manera que, aún siendo posibles los errores de cálculo, es posible minimizarlos o eliminarlos totalmente. Puede haber errores al introducir las notas, al introducir los porcentajes, al hacer las medias, etc. Pero si explicamos esto a los alumnos y proporcionamos toda la información registrada, ellos acabarán por detectar algún error que fuera en su detrimento.

Esto del Cuaderno de notas no lo he puesto para echarme flores. Lo digo para expresar que la transparencia informativa y la justicia matemática son tan necesarias en la evaluación que, sin ellas, los alumnos creen que "los profesores hacen lo que les da la gana". Esto es extensible a otros ámbitos, pero ahora me refiero sólo a la evaluación en su nota numérica.



Un maestro y un aprendiz.









viernes, 4 de julio de 2014

Sobre la evaluación

Acaba el curso y toca preparar el trabajo del curso siguiente. Lo primero es ver los fallos y los aciertos de este curso que acaba. Para ello, cogemos la punta del hilo que empezaremos a tirar en cuanto la encontremos. ¿Cuál es? La evaluación, sin duda.

La evaluación es el aspecto más importante en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Cuidado: no he dicho "aprobar". He dicho "la evaluación". Son cosas distintas. La evaluación es cosa de los profesores; aprobar es cosa de los profesores y de los alumnos. Pero permítanme que no me desvíe del tema que me ocupa hoy.

La evaluación es un fantástico embudo intelectual por el que pasa el trabajo de todo un curso para acabar definido por una nota numérica entre cero y diez, sin tener en cuenta el No Presentado de las pruebas extraordinarias, que este año son en junio o julio, dependiendo de los centros y/o niveles. En ese esfuerzo de contracción de la expresión informativa, los docentes constatamos cuál ha sido el resultado del trabajo del curso.

Todos los años me encuentro con los mismos problemas en la evaluación: debate entre justicia matemática y justicia proporcional, notas cambiadas en el último momento, errores técnicos, notas máximas nunca vistas, invenciones de la aplicación de los criterios de evaluación, redondeos pavorosos, invenciones normativas para justificar la restricción de notas, etc.

Empecemos por este último punto. Voy a hacer una pregunta abierta por si alguien sabe responderme: ¿en qué parte de la normativa vigente sobre la evaluación pone que en las pruebas extraordinarias la nota máxima debe ser un cinco (5)? Lo digo porque no entiendo cómo es posible que se pueda hacer esto. Cualquier alumno puede sacar una nota entre cero y diez (de 0 a 10) tanto en la convocatoria ordinaria, la de junio, como en la convocatoria extraordinaria, la de julio. Este fenómeno puede agravarse en el caso de los alumnos de Bachillerato, los cuales luchan por tener una nota media lo más alta posible. He buscado en la legislación y no dice nada al respecto. Con lo cual, los alumnos que quieran que se les aplique la nota de los exámenes en su boletín están en su derecho. Es más: los profesores o centros que sigan aplicando esa norma no escrita, más bien, esa tradición antigua y desfasada, tienen que suprimirla por ser ilegal.

Sobre el redondeo, el problema es mayor. Lo dicho antes tiene solución rápida: se aplica la normativa para revisar la nota, lo cual acabará dando la razón al alumno sí o sí. Sin embargo, el redondeo no tiene legislación. El mayor respaldo legal que tiene es que se debe aplicar a todo el grupo por igual. Hay muchas maneras de realizarlo: redondear para arriba (5,6 se convierte en 6), redondear para abajo (9,1 se convierte en 9), redondear para arriba a partir del decimal 5, redondear para arriba o para abajo según el comportamiento del alumno, no redondear para arriba nunca, etc. Ya que no está regulado, el redondeo se aplica de manera personal y subjetiva en cada caso. Si analizamos los distintos casos o todos en combinación podemos llegar a conclusiones terroríficas: el agravio comparativo sin defensa. No estamos hoy aquí para realizar ese análisis. Es más, da pena realizarlo. Prefiero instar a quien corresponda, es decir, a la sociedad entera, a que las notas de los boletines lleven decimales. Sí, decimales. El número de decimales adecuado sería uno superior al número de decimales en uso en el día a día del trabajo del aula. Con tres decimales me conformaría. Así no haría falta redondearle a nadie la nota. Surgirían otros problemas, pero eso es otro cantar más dulce.

Los docentes empezamos el curso siempre de la misma manera: explicando los criterios de calificación. Son los llamados "porcentajes". Cuánto puntúan los exámenes, el comportamiento, las actividades, la libreta, los trabajos de investigación y redacción, etc. Esos datos numéricos, los porcentajes, vendrán muy bien a los alumnos cuando, una vez sepan qué notas han sacado en los exámenes podrán saber si se acercan al aprobado en la evaluación. Aunque el cálculo de la nota final excede ese primer paso, el de los exámenes, es un buen ejemplo de lo que se puede y no se puede hacer en educación. Y no lo digo yo, lo dice la normativa. Si se expresa en la programación didáctica (el texto básico de trabajo en el aula para el profesor) cuáles son los criterios de calificación y se informa a los alumnos de esos porcentajes, lo normal, lo bueno, lo lógico sería aplicar esos porcentajes y no otros. Por eso ardo cuando escucho la expresión "Fulanita, si sigues así te voy a bajar la nota" o "Zutanito, te he bajado dos puntos la nota final por la actitud", siempre referidas por los alumnos que han sido víctimas de dichas amenazas. Seguramente las advertencias estaban motivadas suficientemente pero la forma de realizarlas es incorrecta. No se puede bajar la nota por la actitud o por no haber entregado tal o cual trabajo. Lo que se baja es la nota correspondiente a ese ámbito del proceso de enseñanza-aprendizaje. Si la actitud es mala, la nota de la actitud será mala. Pero lo que jamás se debe hacer es calificar los exámenes con la nota de la actitud. Y que se haga esto me preocupa bastante ya que la imagen que proyecta el docente que hace esto es de un abuso de poder vomitivo.

Una vez tuve la suerte de encontrarme con una compañía profesional de este calado. Se refería a otros compañeros con desprecio, incluso, llegando a tildarlos con patologías psiquiátricas de su diagnóstico personal. Tras esta necesaria introducción diré lo importante en este caso: el docente que nunca pondrá un diez (10) porque esa nota "es para Dios y para mí". Esta cita me la refirieron los alumnos, en los cuales confío igual que en un compañero. Un día, con la curiosidad estimulada por ese y otros comentarios desacertados, me asomé a ver un examen ya corregido. Como impartíamos en el mismo nivel, prácticamente podría haber corregido yo ese examen en ese momento sin consultar el manual. Mi estupor llegó al ver que el 5'5 que tenía la pobre chica que había escrito el ejercicio podría haber sido un 9'5 de haberse corregido el examen con un poco de delicadeza. En casos como esos recomiendo que todos y cada uno de los alumnos reclamen siempre una revisión de los exámenes.

(Sobre la evaluación, 2ª parte).


Prefiero un cálculo aproximado del Dr. Spock que uno exacto del ordenador del Enterprise


Legislación sobre la evaluación en la página de la Consellería de Educación.