viernes, 17 de abril de 2015

Entrevista a Arturo E. de la Torre López

Abril, 2015



Arturo de la Torre es un profesional de enorme magnitud, bajo el humilde punto de vista de un interino como yo. Esto, si no fuera porque es el director del instituto, casi se olvida por su modestia, su cercanía y su simpatía. Aún saturado de trabajo, acepta esta entrevista que ahora ve la luz. A ver qué nos dice.

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Hola, Arturo. ¿Cómo estás?
Como casi siempre, con una mezcla de sentimientos entre los que predomina por encima de los demás el optimismo (muy probablemente porque soy de los que no se acaba de enterar de cómo va la cosa).


¿Podríamos empezar con un resumen de tu carrera profesional?
Estudié Historia de América en la Universidad de Sevilla. Después obtuve una beca del Ministerio de Educación y Ciencia para trabajar sobre aspectos religiosos de Sendero Luminoso y me incorporé al Departamento de Historia de América de la Universidad de Sevilla, durante cuatro años en los que impartí clases prácticas de la asignatura de Etnohistoria de América. En este tiempo, también aceptado como Investigador Afiliado de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Al cabo de este tiempo, presenté mi tesis doctoral sobre movimientos milenaristas en los Andes. Seguidamente obtuve una nueva beca del Ministerio para continuar mis investigaciones en el extranjero. Paralelamente, di clases en la Facultad de Letras de la PUCP. Al acabar este periodo, obtuve una plaza de Profesor de Educación Secundaria. Con mayor dificultad he podido continuar mis investigaciones, becado también por diversas instituciones. Recientemente fui contratado como Profesor Asociado por la Universidad de Alicante.
Parte del trabajo realizado desde que finalice la licenciatura se ha materializado en cuatro libros y varias decenas de capítulos de libros y en artículos en revistas científicas. Actualmente soy miembro de la Junta Rectora de la Asociación Española de Americanistas y, en función de ello, administrador de la página web de esta asociación científica.


¿Tienes alguna afición, aparte del trabajo como profesor e investigador?
Haberlas hailas, aunque la falta de tiempo no me permite su práctica. Me gusta escribir y alguna vez hasta lo he hecho. Y, aunque últimamente voy poco, también soy aficionado al cine (sobre todo ahora que me he enterado que ponen películas a color :) ). Soy también un fascinado de las tecnologías de la comunicación.

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Jorge Luis Borges, un referente inspirador


¿Por qué elegiste la especialidad de Historia de América?
Cuando estudiaba bachillerato me sentí atraído por el humor, la música y la literatura hispanoamericana y decidí entonces que quería estudiar “lo que fuera pero en relación con América” y ahí estaba la licenciatura de Historia de América. Luego, el tema de la antropología vino por una escasa afición a los archivos, desafección gestada al descubrir la cantidad de polvo que acumulaban estos espacios y la endiablada letra procesal encadenada (el apelativo es de la propia reina Isabel la Católica).
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¿Quién fue Juan Santos?
He publicado una biografía sobre Juan Santos y eso me permite afirmar, con bastante conocimiento de causa, que no creo que nadie pueda, hoy por hoy, responder a esa pregunta con plena solvencia. Para salir del paso diré que fue un extraño personaje que, en 1741, se anunció a los indios de la selva central peruana, presentándose como si fuera el Inka y aglutinó a distintos grupos para luchar contra los españoles.
Visto desde la distancia puede parecer un episodio relativamente normal: líder indio que levanta a otros indios contra sus dominadores pero, desde cerca, fue bien chocante. Los selváticos habían sido enemigos ancestrales de los serranos y que se pusieran a seguir a un sujeto que aseguraba ser el Inka, vendría a ser como si Juana de Arco hubiera contado que las voces que le ordenaban expulsar a los ingleses de Francia procediesen de Mahoma. Bueno, igual la hubieran quemado, claro, pero luego hubiera costado mucho más elevarla a los altares.
Volviendo a la selva, el discurso del misterioso Juan Santos ha sido intensamente debatido. Y eso que sólo tenemos una frase que le podamos atribuir con una mínima certeza histórica. Según lo que yo entiendo, se debió tratar de un discurso milenarista, con características mesiánicas, que mezcla en tal modo elementos cristianos con otros americanos que ya resulta difícil dilucidar el origen.
En cualquier caso, la cosa quedó para siempre sumida en el misterio. Ni los españoles pudieron reducir al indio ni este fue capaz de salir de la selva y darles batalla en la sierra. La cosa quedaba en tablas hasta que un día un selvático, tal vez poseído por el espíritu científico cartesiano, decidió comprobar el carácter sobrenatural del rebelde por el procedimiento de golpearle en la cabeza con una piedra. Juan Santos no supo estar a la altura de su pregonada divinidad y se murió, sin más, sumiendo a muchos (no a todos, ojo) en la decepción.
Quedaron, tras su desaparición, infinidad de preguntas no sólo por ser responder sino, incluso, por ser hechas. Y eso fue lo que me empujó hacia el campo de la etnografía como disciplina científica. Pensé que, si había otros “Juan Santos” vivos, había que preguntarles un par de cosas antes de que fuese demasiado tarde y que yo, como investigador, sería mucho más útil para la ciencia entrevistando a los nuevos “Juan Santos” que metido en un archivo y leyendo sobre los del pasado. Además de que, como ya he dicho, no me gustaban particularmente los archivos.


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Encuentro de Juan Santos con los franciscanos de Quimiri, de fray Gabriel Sala.

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¿Fuiste a realizar trabajo de campo antropológico en la selva amazónica o en los Andes? ¿Cómo fue la experiencia?
Fue una vivencia espectacular. No he viajado mucho y seguramente hay espacios igualmente sobrecogedores pero me cuesta creer que haya muchas cosas equiparables al cielo nocturno de la selva. Navegar por el Amazonas genera una sensación de desvalimiento tremendo.


¿Has pensado en continuar tu trabajo como editor de revistas de temática historiográfica? ¿Y publicaciones sobre temática docente general o específica?
Es curioso, hace tiempo creé una revista -Haieresis- que pretendía ser un boletín de biblioteca para recopilar trabajos que sobre Nuevos Movimientos Religiosos -sectas- estaban desperdigados por internet. Me enfrasqué en una minicruzada de crear una página de utilidad para investigadores que recogiese ordenadamente la información que sobre estos temas existiesen en la internet. Luego internet creció y, poco a poco, la tarea se convirtió en ciclópea. Por último apareció Google y arruinó en gran medida el sentido mi trabajo.
Ahora he pensado varias veces en la creación de una revista de la práctica docente. Tengo la sensación de que las publicaciones existentes son excesivamente teóricas y no descienden a las clases reales. Lamentablemente ahora sucede que no tengo tiempo para llevar esto a cabo.
¿Cómo es tu profesor de Historia ideal? ¿Qué recuerdos tienes de tus profesores de Historia, tanto en la enseñanza secundaria como en la superior?
Mi profesor más querido fue un salesiano, Don Manuel López. Usaba la técnica de la clase magistral y sus clases lo eran. El nivel de conocimiento y análisis, en 3º de BUP -1º de Bachillerato, actual- llegó a superar con creces otras que recibí en la Universidad. En la facultad he tenido grandísimos profesores. No siempre la capacidad investigadora es paralela a la habilidad docente, por eso resultan doblemente encomiables figuras como Luis Navarro o Franklin Pease que aunaban ambas virtudes. De los profesores que tuve en Perú, sin embargo, lo que más me impresionaba era su cercanía -bien entendida- al alumno.
 
¿Cómo crees que serían esos profesores con las herramientas disponibles actualmente, como las TIC?
Ya las usaban, sus Técnicas de la Información y la Comunicación superaban con creces los medios con los que hoy contamos. Harían faltan muchos “youtubes” y “powerpoints” para ganar en espectacularidad y pasión al Dr. José Antonio del Busto explicando la batalla de Cajamarca entre los de Pizarro y las huestes del Inka. Los que uso yo apenas me sirven para evitar (y para hacer más difícil) que el alumno se me duerma en clase. Ellos te hacían “ver” y “sentir” la historia.


Los videos que utilizas para tus alumnos, ¿los produces tú? ¿Qué efecto crees que causan en su aprendizaje en comparación con la lección explicada oralmente?
Los alumnos aseguran que les sirven de mucho. No sé si es así.
Los videos son una simplificación de la clase que, a su vez, es una simplificación de la lección; simplificación, por último, del libro de texto... No sé si al final caemos en la simpleza.
Una de las ventajas que tiene es la posibilidad de “echar el tiempo atras”. Es muy frecuente que cuando el alumno se enfrenta al estudio, cosa que irremediablemente suele suceder en las vísperas inmediatas del examen, descubre con cierto pasmo, que no entiende lo que “pone” el libro. El video le permite retomar en cualquier momento la explicación. Lamentablemente, todavía no se le pueden hacer preguntas a YouTube...bueno lamentamente o no, porque ahí sí que nos “quedábamos” sin empleo.


¿De qué eres más partidario: tableta, portátil o manuscritos?
No me manejo con la tableta como elemento didáctico, aunque he visto materiales estupendos. Ahora estoy leyendo mucho sobre los peligros de las tecnologías y cada vez tengo menos clara la respuesta.
Es evidente que las nuevas herramientas nos ofrecen mucho pero el monto de inversión en horas de preparación de las clases es aún mayor que con los formatos clásicos. Puede ser una perspectiva muy personal mía pero no encuentro horas para preparar las cosas como yo quisiera.


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Docente 3.0: del libro interactivo a la flipped classroom

Si el día tuviera más horas, ¿cuántas crees que le dedicarías a aumentar tu profesionalidad? ¿Crees que es algo común en los profesores? ¿Es el nuestro un horario dividido entre las clases y el resto de funciones, sin saber cuál es más extenso?
Tengo claro que hay una serie de cosas a las que me gustaría “meterle mano” si contase con más tiempo. No obstante, para ser honesto, tengo que reconocer que, en muchas ocasiones, el no contar con demasiado tiempo me ha hecho -paradójicamente- más productivo que cuando he contado con exceso del mismo.
Como en todo colectivo humano hay personas con muy diferentes formas de entender y asumir su trabajo pero creo que la mayor parte de nosotros sí es partidario de dedicar horas y esfuerzo a la mejora profesional.
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¿Qué cosas se aprenden de director o equipo directivo que jamás de profesor?
“Jamás”, no. Hay entresijos en la pequeña historia de un centro a los que el equipo directivo tiene acceso más fácil. Aspectos organizativos, sociales, humanos de la vida de un pequeño colectivo de personas. Un docente puede pasar desapercibido ante gran parte de esta información pero eso no quiere decir que, si está interesado y presta atención, no pueda conocerlas igual.
Luego, como todas las cosas, la práctica y la necesidad te lleva a tener manejo de cuestiones que son lógicamente menos habituales en la práctica de un docente que no comparte estas responsabilidades (la elaboración de una PGA, la contabilidad del centro, la confección de los horarios, etc).


Hay quien cree que los horarios los hace un ordenador. ¿Es cierto? ¿Cómo se componían antes de las aplicaciones informáticas?
Los horarios los hace un ordenador con la información que el que lo maneje le introduzca antes. No lo tengo demasiado claro pero tengo la sensación de que es un programa “tonto” que se dedica a lanzar dados aleatoriamente -dentro de las condiciones obligatorias que se le pongan-, puntuar los resultados -en función a las condiciones deseables que también se le han dado- e ir quedándose con el mejor resultado. Y así, muchas veces y muy rápido. Al final se consiguen horarios bastante buenos que casi siempre pueden ser mejorados “a mano”.
Porque en esto sucede como con los programas de ajedrez, el humano tiene la ventaja sobre la máquina de que la capacidad intuitiva, de la que carece un ordenador, le permite descartar, de antemano, un montón de opciones que la máquina no puede dejar de examinar.
Tengo que decir que no los he visto hacer a mano, aunque conozco personas que los han hecho y que los hacen aún. Ellos me hablan de un sistema de tarjetas de colores pegadas sobre un corcho y defienden que ese mecanismo ofrece mejores resultados y yo no tengo razones para pensar que estén equivocados. Lo que sí he descubierto que la facultad de hacer horarios manualmente o la de mejorar los que ofrece la máquina es un don, algo así como el oído absoluto entre los músicos y, si careces de ese don, creo que lo de las tarjetas, al nivel de complicación que hoy tiene los horarios de un centro de secundaria, sería una misión imposible. El ordenador, como en otras cosas, pone el “arte de hacer horarios” al alcance de los que somos menos dotados.


¿Qué cosas añoras de tu tiempo anterior al equipo directivo?
Bueno, el tiempo disponible, sin duda y una mayor dosis de libertad a la hora de actuar y de hablar. Ahora somos dos los que hablamos, el director y yo, y tengo que evitar dejar en mal lugar al primero.

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Arturo de la Torre presentando una exposición de los alumnos del Bachillerato de Artes Plásticas


¿Qué crees que tiene Torrevieja como destino de docentes que le hace tan conocida en la Comunidad Valenciana? ¿Qué se desconoce de Torrevieja que podría ser un aliciente profesional?
Torrevieja es un sitio magnífico. La única realidad de su falta de atractivo para los docentes de la Comunidad Valenciana es que, efectivamente, se encuentra muy alejada del lugar de origen de la gran mayoría de ellos. Encontrar un alumnado de un origen geográfico y lingüístico tan distinto resulta muy estimulante. Puedo aceptar que en general los niveles académicos quizás no sean de los más destacados (algo que se podría vincular a diversas causas) pero la experiencia, tal como reconocen todos los que han pasado por aquí, es enriquecedora e inolvidable.
Por otro lado, como ciudad Torrevieja ofrece una combinación entre gran ciudad y pueblo como no creo que exista otro en España.


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¿Se puede evitar el sesgo ideológico en educación?
No lo creo. Pero se puede hacer mucho más de lo que se hace por hacer comprender a los alumnos y a los padres que todos los profesores y los manuales tenemos una ideología que transmitimos, incluso inconscientemente. No podemos despojarnos de ella pero el ciudadano debe ser conocedor de ello y capaz de identificar la ideología e interpretar el discurso dentro del contexto ideológico del emisor (profesor, libro, medio de comunicación).


¿Cómo crees que se deben tratar los temas políticos en las asignaturas de Geografía e Historia?
Personalmente, hago una presentación de mi propia visión de los hechos para que, a continuación, el alumno pueda evaluar la información que le ofrezco desde mi propio sesgo ideológico. Luego reitero una y otra vez que lo que yo les transmito es mi interpretación, mi imagen de los hechos, que existen otras.


¿Cuánto influye la comprensión textual en la asignatura de Historia? ¿Crees que es una faceta del aprendizaje que habría que consolidar antes de abordar la memorización de los datos?
Mucho. El principal problema que existe hoy en la asignatura es que los estudiantes tienen grandes dificultades para comprender el libro de texto. La falta de vocabulario, de hábito de lectura se convierte en una losa que, en muchos casos, se hace imposible de levantar.
El esfuerzo que se realice sin corregir esta circunstancia previa se hace mucho más complejo. Es como aprender historia en otra lengua, que se se desconoce. El éxito sería un logro titánico.


Sobre la base de conocimientos del estudiante del grado en Historia, ¿cuáles son las bases sobre las que asentar el estudio de esta disciplina?
Tal vez deberíamos hacer como en otros países donde existe la carrera de Educación orientada para el profesional que vaya a ejercer la docencia en secundaria, como Magisterio es para el que lo haga en Primaria; y, aparte, la carrera de Historia para el profesional que se oriente a la investigación.


¿Como en Finlandia? ¿Qué opinas sobre la observación de los sistemas educativos de los países con los mejores resultados en las pruebas diagnósticas?
No tengo información ni opinión fundamentada. Pero creo que puede ser más sencillo que todo eso de las pruebas externas. Y no hace falta compararlo con otros países. Las personas que estudiamos con la LGE de 1970, tenemos una preparación que, en muchos aspectos, está a años luz de los alumnos formados con la LOGSE. A su vez, las personas que estudiaron el Bachillerato de la Reválida, poseen, también en determinadas facetas, una formación bastante más sólida que los de la LGE. Algo se ha hecho y se sigue haciendo mal y no hace falta irse a Finlandia para comprobarlo.


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Si fuera tan sencillo...

Sobre el estudio, ¿qué métodos y técnicas has utilizado en tu etapa de estudiante? ¿Algún truco? ¿Alguna recomendación?
De mi época de estudiante no soy consciente de haber usado ningún truco digno de mención. Ahora que, recientemente, sí he descubierto que una de las formas de trabajar que yo empleaba, no como un truco, sino por verdadero interés, es el llamado estudio activo, planteando el aprendizaje como una investigación. Se trata de un concepto propio de estudiantes maduros y que, a la vez, ofrece una rentabilización extraordinaria.


¿Puedes describir el estudio activo que mencionas?
Bueno, partiendo en una curiosidad real sobre la materia, se trata de olvidarse del libro de texto, o usarlo sólo como plataforma de partida -aunque muchas veces no valen ni para eso- y comenzar a elaborar personalmente el “texto” que se va a estudiar. Llevar a cabo una “pequeña monografía” sobre el tema objeto del examen. Si las cosas se han hecho bien, acabas descubriendo que, al final, no es necesario estudiar porque has interiorizado la información de una forma que no podías imaginar.


¿Cómo se mide el prestigio de un centro docente?¿Influyen más las notas de selectividad, la opinión de los profesores, de los alumnos, de los padres, de la prensa generalista o especializada?
Supongo que las evaluaciones externas son el referente más habitual. El problema es que las evaluaciones existentes son muy inexactas. Unas porque meten en el mismo saco a alumnos de realidades socioeducativas bien diferentes y otras, las que sí prestan atención a esta peculiaridad, son aplicadas por los propios docentes que, por otro lado, son parte interesada en que sus alumnos obtengan unos buenos resultados y, por ellos mismo, en ocasiones no resultan jueces objetivos.


¿Cuándo te entrevistaron por primera vez?
Creo que en 1984, con motivo de pertenecer a un club juvenil. Me han hecho alguna más, pero tengo que reconocer que esta ha sido la más difícil.


¿Cómo te imaginabas entonces, en ese año orwelliano, que sería el mundo de la educación treinta años después? ¿Crees que hay en cada época un pensamiento pesimista respecto de la adolescencia contra el que hay que luchar?
Nunca imaginé que un país pudiera retroceder tanto en educación como lo ha hecho España desde 1986 y, menos aún, si contemplamos la perspectiva de un sustancial incremento de la inversión en educación, unos medios auténticamente sacados de un mundo de ciencia ficción y unos resultados que empujan al llanto y a la desesperación.
Tengo entendido que efectivamente en todas las épocas los mayores han mostrado su desconfianza sobre la capacidad de la juventud para recoger el testigo de la ciencia. Pero en este caso, me temo que es algo más que una percepción cultural.
Confío en que alguien tenga el suficiente valor para revertir una situación en la que nos metieron hace 30 años y que ha servido para que, pese a contar con la mayor inversión en educación en toda la historia de España, los resultados sean también los más pobres históricamente.


Gracias, Arturo, por esta entrevista.
A ti. Tengo que decir que en un momento que, como ya he dicho, no empuja al optimismo en la educación, haber coincidido contigo trabajando ha sido un placer y una inyección de ánimo.  



Arturo de la Torre comparte con sus profesores recordados la erudición y la narración, la cercanía y el optimismo profundo. Un compañero del que sigo aprendiendo.









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